El Fondo Monetario Europeo (FMI) ha respaldado las medidas tomadas por los Bancos Centrales reduciendo los tipos de interés y aumentando los programas de compra de Bonos Gubernamentales, con consecuencias sobre las rentabilidades esperadas en todas las clases de instrumentos financieros.
La renta fija, activo por excelencia recomendable a las carteras de inversión conservadoras, tiene rentabilidades por dividendos próximos a cero o negativas, incluso en los periodos con vencimientos a largo plazo, con un precio muy por encima de su valor nominal, llegando en el caso concreto de la deuda de los Gobiernos europeos, a asumir el inversor una pérdidas desde el inicio, tires negativas, condición económica que determina que anualmente se pierda un porcentaje de la inversión. De esta forma los activos de menos riesgo, se convierten en los más arriesgados, “Save is the risk” y su consecuencia, “there is no gain without risk” se convierten en las guías del manual de cumplimiento normativo y principios de actuación
La renta variable, en todas sus modalidades de escenificación (acciones, Fondos o ETF) es considerada de naturaleza simple, por su mecanismo de formación de precios, sin tener en cuenta otras variables financieras más relevantes como la volatilidad, que permiten que aunque sean transparentes en su negociación en mercados regulados, su contratación no se corresponde con el perfil de riesgo del usuario y mucho menos cumple con el interés económico manifestado desde el inicio de su relación contractual.
Con esta realidad cabe preguntarse ¿es recomendable en las carteras de usuarios más conservadores este tipo de inversiones? Rentabilidad de la denominada renta fija por dividendos próxima a cero o negativa, con pérdidas desde el inicio de la operación, imposibilitan que un incremento adicional de su precio genere algún beneficio económico, y aquellos otros instrumentos financieros de renta variable denominados simples, o UCITS en su versión de Inversión colectiva, tienen volatilidades que cualquier profesional con la formación que debe acreditar conoce y que lo único que aseguran es que el margen de pérdidas en el peor de los escenarios, es muy superior a lo que el usuario ha manifestado mediante el análisis de conveniencia previo.
Si los asesores no deben recomendar la compra de esta clase de activos, de acuerdo con su compromiso legal de formación profesional que implica el conocimiento del producto financiero y su adecuación a los intereses del cliente, cabe preguntarse qué alternativas pueden ofrecer en la actualidad para perfiles más conservadores.
Las soluciones planteadas por las entidades financieras y ESI no pasan por limitar sus recomendaciones de inversión o servicios de ejecución exclusivamente sobre aquellos instrumentos con riesgo asumible para esta clase de perfiles, sino alterar el modus operandi, redefiniendo al usuario o el tipo de servicio prestado. Convergen en la finalidad perseguida, ampliar el número de activos elegibles y difieren en el formato para lograr el objetivo.
Ampliando el catálogo de productos seleccionables, alterando el perfil de riesgo al alza del inversor, se intenta unir la calidad del servicio prestado con el porcentaje de ganancias que se pueden obtener, ocultando de forma simultánea las pérdidas posibles que se pueden realizar.
Limitando el servicio prestado a “solo ejecución” se liga la responsabilidad patrimonial – disclaimer – por pérdidas a la pericia del ahorrador manifestada en el análisis de conveniencia.
Ejemplos de campañas publicitarias destinadas a modificar los perfiles de los usuarios para ampliar su capacidad de asumir riesgos, son muy variadas en la actualidad con eslóganes muy sugerentes como “convierta su inversión a largo plazo” o “de ahorrador a inversor” , siempre ayudados de determinada psicología conductual y un concepto erróneo sobre lo que significa la educación financiera, con el único objetivo de eximir a las empresas que realizan servicios de inversión de sus responsabilidades previstas en la Ley del Mercado de Valores.
La consecuencia jurídica que deriva de las características actuales de los mercados financieros, en su vertiente rentabilidad versus riesgo, es que la finalidad perseguida por la Directiva 2014/65/UE dirigida a proteger a los intereses de los usuarios de servicios de inversión no se cumple, por la falta de activos financieros adecuados a los perfiles de riesgo mayoritarios, los que buscan preservar capital, y el déficit de intermediarios con códigos éticos construidos con principios como la transparencia en la comercialización de servicios financieros o el análisis de vulnerabilidad económica al usuario.