Si lo que antes se consideraba una pandemia y atisba en convertirse en una gripe vulgar, en términos financieros, lo que antes se consideraba un problema de debilidad de crecimiento mundial tiene todos los síntomas para convertirse en una crisis de Deuda de las consideradas sin precedentes. Este discurso se repite de forma periódica, pero en la actualidad los síntomas son elevados.
La previsión para los ahorradores, y en general para el común de los mortales, con el escenario actual de los mercados de inversión, con activos de riesgo reducido con una rentabilidad muy por debajo de inflación actual, es asumir que los tipos de interés reales de esta clase de activos está en cifras negativas jamás vistas, y puede estar así varios años más si cambiamos el adjetivo del ciclo económico posible por “estanflación”. Invertir lo ahorrado estos años de máscara y teletrabajo, pasan por asumir un perdida similar a la inflación actual más un porcentaje adicional por otros conceptos tales como incremento de los tipos impositivos y creación de nuevas modalidades de captación de recursos privados por los gestores públicos.
Por cuantificar el desaguisado económico, de media nos hemos empobrecido alrededor del 7% en 2021, y las perspectivas son que continúe este proceso en una proporción similar en el futuro.